Por Antonio Bonilla
Consumado director escénico, traductor, guionista, docente y académico; amante de las obras del Siglo de Oro español; coordinador junto con Margarita Peña de la Cátedra Extraordinaria Juan Ruiz de Alarcón. A finales del año 1953, con la intención de estudiar en la Facultad de Comercio, de manera fortuita se encontró en los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde en un tablero descubrió la existencia de la especialidad en Arte Dramático: programa de estudio dirigido a escritores e investigadores.
Entre sus maestros, figuran Rodolfo Usigli, Fernando Wagner, Enrique Ruelas, Alan Lewis, Juan García Ponce y Héctor Mendoza, entre otros. Para el otoño de 1954, interpretó un pequeño papel en la obra El gran dios Brown de Eugene O’Neill, donde comprobó que su vocación no era la de ser actor. En 1956, por iniciativa de Jaime García Terrés, se configuró el proyecto que Juan José Arreola bautizaría como “Poesía en Voz Alta”, donde fungió como ayudante de Héctor Mendoza. A partir del quinto programa, en octubre de 1957, asumió la coordinación con el montaje de obras como Asesinato en la catedral, de T.S. Eliot; Las criadas, de Jean Genet; Electra, de Sófocles y La moza del cántaro, de Lope de Vega.
Durante la existencia de “Poesía en Voz Alta”, participaron diversas personalidades como Octavio Paz, Juan José Arreola, Juan Soriano, Chucho Reyes, Leonora Carrington y Jorge Ibargüengoitia.
Dirigió a reconocidos actores como Ofelia Guilmáin, Rita Macedo, Meche Pascual, Silvia Pinal y Enrique Álvarez Félix. Entre sus montajes más destacados se encuentran Las mariposas son libres, El divino Narciso, La muerte se va a Granada y La vida es sueño. Sobre ésta última, José Luis Ibáñez mencionó: “En La vida es sueño, de Calderón, una puerta puede cobrar la forma de una ‘boca abierta’ y engullirte y conducirte a vivir todos los ciclos de la vida en ese altísimo grado de intensidad, que es propio de la acción clásica”. Descanse en paz.